Crecimiento personal

Promesas desde el corazón

Las promesas son un tema que aprendimos y practicamos desde pequeños hasta jugando a las palmas, mientras prometíamos por el dedito chiquito de la manita. Sin embargo, nunca nos imaginamos la magnitud de esta acción. Estamos tan acostumbrados a prometer como modismo lingüístico que le restamos valor universal a lo que realmente implica esta expresión.

Las promesas son una marca de compromiso, no se necesita un contrato escrito para que se cumplan. Además, al usar “te prometo”, “le prometo”, “les prometo”, etc., lo que hacemos es establecer un contrato con el universo para cumplir algo. Ya sé que esta frase te dejó frío, pues como vamos haciendo promesas sin darles la importancia que necesitan tenemos muchos contratos con el universo abiertos e incumplidos, lo que explicaría porque muchas cosas no van del todo bien. Pero no te afanes, las tienes que cumplir o hacer algo para que se borren.

Cumplirlas es mucho más fácil que borrarlas, así que la invitación es a que hagas la lista de promesas abiertas y comiences a tomar acción. Ahora, si las promesas fueron cosas absurdas y estás decidido a borrarlas, te aconsejo que pidas ayuda a alguien que facilite procesos del mundo espiritual o investigues un montón para que te liberes de eso.

Las promesas no son un tema light como lo decimos, no son palabras vacías, inclusive me atrevo a decir que son una de las expresiones que más poder tienen. Así que no prometamos imposibles, amores eternos o cosas utópicas. Cuando prometemos debemos tener los pies bien puestos en la tierra y estar seguros de la posibilidad de cumplirlos. Además, la mayoría de las promesas suelen comenzar como un trato hablado entre dos o más, inclusive cuando es una conversación interna (eres tú con tu mente).

Foto tomada de google

Hay diferentes tipos de promesas, las que hacemos a los demás, las que hacemos al universo, las que nos hacemos a nosotros mismos (suelen ser las que más rompemos) y las que le hacemos a Dios.

No importa el tipo de promesa, implica que debes cumplir y que tienes la firme voluntad de hacer algo, demuestra la confianza del otro en lo que tú le dices, y el derecho a en algún momento recordarte que tienen un contrato abierto.

Cada promesa cumplida es algo así como el escalón de una escalera eterna, pero nosotros somos quienes vamos sumando escalones. Cada uno de esos escalones tiene un premio antes de pasar al otro, pueden ser cosas muy simples, de esas que a veces pasan desapercibidas y luego entiendes que son gigantes, o pueden ser cosas que ves inmensas siempre, eso depende del nivel de tu promesa.

Entonces como siempre antes de hablar piensa muy bien, no prometas en momentos de presión, no hagas nada por darle gusto al otro o al grupo, se muy consciente y coherente.  Hacer una promesa es un acto de valor y de honestidad, piénsalo dos veces y entiende que antes de comprometerte con el otro, estas haciendo un pacto contigo, no te sabotees, no te decepciones.

Nos sorprendemos de la forma tan espontánea en que algunas personas prometen, inclusive sin saber las condiciones, prometen sin importar nada más en ese momento, solo piensan en la emoción. Después llega el momento de enfrentarse a lo que se dijo y no saben cómo hacerse responsables.

Bueno eso pasa ahora, en los tiempos modernos, donde nuestra palabra perdió valor, en los tiempos donde tenemos la capacidad y el descaro de decir «no me acuerdo, cuándo prometí eso». Mi abuelita me cuenta que antes eso era impensable, una promesa era un contrato de vida o muerte por muy pequeño que fuera, la palabra era el mayor contrato y aseguraba su cumplimiento, ponían en juego el honor de la persona y de la familia.

Ahora ya no ponemos en juego nada y por eso no nos hacemos cargo de ello, ni siquiera cuando las promesas son a un ser superior. Hoy queremos resaltar las promesas a Dios, esas que hacemos en oración, algunas que hacemos en momentos de crisis o las que hacemos “si Dios nos da una prueba”, son promesas que suelen venir de la emoción. Las promesas a Dios son un nivel superior, implican un compromiso de vida, siempre deben ser cumplidas. No deben ser esas promesas que dejamos que pasen los días e inclusive los años y nos hacemos los locos. Si le decimos a él que vamos a cumplir algo es porque así será, algunas veces, costará o tendremos que ponerle más fuerza de lo que esperamos, pero esos esfuerzos por cumplir él también los valora.

No esperemos que nadie nos cumpla una promesa si nosotros no cumplimos.

Te invito a que cada vez que vayas a hacer una promesa abras tu corazón y desde ahí salga, que estés seguro de cumplirla, de la importancia que estas palabras tienen, cómo son reconocidas en el universo; pero sobre todo de lo que realmente implica para ti, de si realmente se justifica hacer una promesa o puedes solo hacer un acuerdo.

Por último, no olvides que muchas de esas promesas que incumplimos en esta vida (obviamente depende de su magnitud) las llevamos de karma a la otra vida. Así que analiza qué quieres llevarte.

Un abrazo de luz.

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